Me hechizaste la imaginación
con los susurros que saben a mar,
aprendiste a pasear por los tejados
que tocaron alguna vez
una canción de cuna.
Habitaste mis noches de sur y frío,
caminaste a mi vera para bailar
un tango al amanecer mirando al mar.
Abrigaste el frío con tus manos,
aprendiendo a abrazar como un niño.
Colocaste el corazón en un sitio
diferente al color de la piel,
para llevártelo en forma de pulsera
por caminos que viajan a través del blanco
del amanecer.