28 de Agosto 2006

LA CHICA DE LA ROSA

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Julián del Blanco se levantó de un banco, estiró su uniforme de la armada y contempló la multitud de la gente, cómo se movía por la gran Estación de Retiro, en la populosa Buenos Aires. Él buscaba la chica a la cual había conocido su corazón, pero que nunca había visto... la chica de la rosa.

Su interés por esta chica, había comenzado hacía 12 meses en una librería de la calle Florida. Buscando un libro, se vio sorprendido no por lo escrito en dicho libro, sino por una nota en lápiz, escrita en un margen. La bella y débil escritura reflejaba el alma de su escritora. En el comienzo del libro, descubrió el nombre de su anterior propietaria, Señorita Claribel Pantonne.

Con tiempo y esfuerzo localizó su dirección. Ella ahora vivía en Belgrano. Le escribió una carta donde se presentaba y le invitaba a que le contestara. Al día siguiente, embarcó a los mares australes para servir en la guerra de las Malvinas. Durante varios meses, su amistad fue creciendo, conociéndose tan sólo por correo. Cada carta era la semilla de una fértil amistad, un romance se estaba creando, del Blanco le pidió una foto pero ella se negó. Dijo que si verdaderamente la quería, no importaría cómo era.

Cuando un día finalmente él regresó de la guerra y de su cautiverio, acordaron su primer encuentro a las 7:00 PM en la gran Estación de Retiro.
- "Vos me reconocerás", ella escribió, "por una rosa roja que llevaré en mi chaqueta".

Entonces a las 7:00 él estaba en la estación buscando una chica a la cual amaba pero nunca había visto. Dejaré al Teniente de Navío del Blanco que cuente lo que ocurrió: Una joven caminaba hacia mí, su figura delgada, alta, con cabello largo y rubio, delicados rasgos, sus ojos eran azules como el cielo, sus labios y mejillas eran suaves y firmes, vestía una chaqueta verde como las flores.

Parecía como si la primavera reviviera... Me dirigí hacia ella, completamente olvidado de que no tenía una rosa. Según me moví, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios. ¿Me acompañas ?, marinero" dijo ella. De repente y sin darme cuenta, di un paso hacia ella y entonces vi a Claribel Pantonne. Ella estaba detrás de la joven. Era una mujer con una rosa en la chaqueta y avanzados 40 años, cabellos grises bajo un sombrero de invierno. Caderas anchas y zapatos bajos. La joven de la chaqueta verde se alejaba rápidamente. Mi pensamiento se repartió en dos. Me moría de ganas por seguir a la joven, pero en mi interior había un deseo por conocer a la mujer cuya amistad me había acompañado verdaderamente.

Y allí estaba, de pie, mirándome, su cara era amable y sensible, sus ojos grises tenían una cálida mirada. Entre mis manos llevaba el libro por el cual la conocí y que serviría para que ella me identificara. Quizás no sería amor, pero sería algo precioso, algo quizás mejor que el amor, una amistad la cual ha sido y será grata. Me acerqué y saludé, entregué el libro a la mujer mientras le hablé. Me encontraba extraño por mi pensamiento. "Soy Juan del Blanco, y vos debes ser Claribel Pantonne. Estoy encantado de poderte conocer. ¿Te puedo invitar a cenar?". La cara de la mujer mostró una sonrisa tolerante. "No sé qué es todo ésto, hijo" dijo ella, pero la joven de la chaqueta verde que se fue, me regaló ésta rosa y me dijo que si me invitabas a cenar te dijese que ella te esperaba en el restaurante al otro lado de la calle. Me dijo que ésto era una pequeña prueba!".

No es difícil entender y admirar la prueba de la Señorita Pantonne. La verdad del corazón se ha visto en su respuesta a lo no atractivo.

Autor Desconocido

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Escrito por mi tribu urbana a las 28 de Agosto 2006 a las 09:20 AM
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