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El sueño del milagro argentino terminó
Si alguien tiene la suerte de ganar en la lotería puede luego cometer el error de planificar su vida como si fuera a ganársela todos los meses. En la Argentina, el Gobierno pudo emitir dinero para estimular el consumo y sostener el dólar alto sin que hubiera más inflación que la importantísima que dejó 2002, por una conjunción de factores que muchos economistas llamaron "viento a favor".
Sin embargo, algunos funcionarios y personas que simpatizan con la actual administración prefirieron creer que la economía argentina había entrado en un círculo virtuoso que permitía olvidar las reglas y restricciones de la oferta y la demanda, tanto de bienes como de moneda, la inversión y el clima de negocios, por citar algunas.
La alarma por el persistente incremento de los precios debería haber sacado ya del sueño del milagro argentino a quienes creen que la economía local puede manejarse con reglas diferentes de las del resto del planeta.
Cualquier manual de economía dirá que en un país muy cerrado a las importaciones, donde no hay suficiente inversión y crecen el consumo y la demanda externa habrá inflación. Es lo que está sucediendo en la Argentina.
Y no es que antes no la hubo. En 2002, el incremento del costo de vida fue de más del 40%. El único consuelo ante semejante catástrofe es que no hubo hiperinflación.
Que luego muchos precios no hayan seguido escalando no se explica porque la Argentina haya descubierto en la práctica que todos los economistas estaban fatalmente equivocados. Para empezar, la caída de la demanda doméstica fue enorme y en muchos casos no compensada con demanda externa. Donde no ocurrió eso, los precios saltaron junto con el dólar. Basta ver lo que pasó con los valores del aceite de maíz.
Otros productos, como la carne de vaca, no tenían demanda externa suficiente porque por el rebrote de la aftosa había mercados cerrados.
La CGT, que en 1975, por un alza similar de los precios causada por el "Rodrigazo", lanzó un paro general y obligó no sólo a actualizar los salarios sino a abandonar el gobierno y el país al hasta entonces todopoderoso José López Rega, esta vez prefirió apoyar a las autoridades y postergar reclamos.
Todos esos factores en favor han desaparecido. El consumo ha repuntado y la demanda externa también. El Gobierno ha mantenido el dólar casi estable, mientras en los países vecinos se depreciaba, con lo cual aumentó más la demanda externa. Pero la inversión no ha repuntado con la velocidad requerida.
Para colmo, a fines de 2004 el Gobierno temió que hubiera un freno en el fortísimo ritmo de crecimiento y aflojó un poco la altísima presión impositiva, postergando pagos de Ganancias para el mes en curso. Además, hubo un fuerte ritmo de incremento del gasto público.
Han sido insuficientes o claramente inútiles las primeras medidas para detener este proceso que amenaza desatar conductas indexatorias.
Es probable que este mes juegue en favor la recaudación de impuestos que secará los bolsillos de las clases media y alta. Pero será interesante ver cómo presenta sus medidas este Gobierno autodefinido como heterodoxo ahora que parece que sólo puede jugar la carta de la ortodoxia.
Por Jorge Oviedo
De la Redacción de LA NACION
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